Timbó

una niña que rìe

saca del bolsillo
de su pequeña camisa
una oreja de negro
la sacude
la saborea de manos
la arroja hacia arriba.
una mujer que rìe
guarda en el bolsillo
de su gran sacón
una oreja de negro.
al tacto y en silencio
recuerda al detalle
el sonido de esos sueños
su plaza
el pàjaro
el viento.

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Yendo por aquel campo, aparecían, de pronto...

Yendo por aquel campo, aparecían, de pronto, esas extrañas
cosas. Las llamaban por allí, virtudes o espíritus. Pero, en
verdad eran la producción de seres tristes, casi inmóviles,
que nunca se salían de su lugar.
Estancias al parecer, del otro mundo, y casi eternas,
porque el viento y la lluvia las lavaban y abrillantaban, cada
vez más. Era de ver aquellas nieves, aquellas cremas,
aquellos hongos purísimos... Esos rocíos, esos huevos,
esos espejos.
Escultura, o pintura, o escritura, nunca vista, pero, fácilmente
descifrable.
Al entreleerla, venía todo el ayer, y se hacía evidente
el porvenir.
Los poetas mayores están allá, donde yo digo.

Marosa di Giorgio-De "Clavel y tenebrario" 1979
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